Desconocimiento profundo y pleno de las cosas

Desconocimiento profundo y pleno de las cosas. A veces esa es la sensación que te deja el paso por la vida. Tantos años y sin aprender. Pero aprender ¿qué? Lo único que parece cierto es que nos movemos por sentimientos. Lo que sentimos, lo que nos dice el medio, eso es lo que nos condiciona. Estamos atrapados irremediablemente en nuestro entorno, queramos o no queramos. Somos seres sociales y nos debemos a nuestra sociedad.

La aceptación y el rechazo se vuelven fundamentales en esta agonía o alegría en la que se puede convertir la existencia humana. Si somos seres sociales, como entender el aislamiento, voluntario o no. Lo rechazamos. Pero, ¿cuál es el mayor de los rechazos? No tengo respuesta, sólo miedo.

El miedo nos pone alertas ante una posible situación potencial de peligro, pero el miedo a veces paraliza. Además el miedo puede ser vivido desde la colectividad y, como no, usado para controlarla. Una masa atemorizada es fácilmente sugestionable y moldeable. Quizá vivamos momentos de miseria moral en la que estemos tan atemorizados como masa que negamos nuestra propia individualidad y, cuando la buscamos, nos toman por enfermos orates que no tenemos rumbo ni provecho.

Quizá sea al revés, y los que están totalmente desubicados sean aquellos que critican el libre albedrío. Es cierto que a mí me gustan las cosas realizadas colectivamente, pero también es cierto que busco la aceptación social como parte de mi ego. Así que no soy diferente a los que se aislan. Quizá el principal punto de desencuentro sea el egoismo que lleva al ser social a arrastrar a los demás individuos en su vertiginosa escalada por alcanzar una felicidad que no tiene por qué llegar; o sí.

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