Decidir (o de cómo no poder responsabilizar a nadie de tus errores)

Yo quiero que se me reconozca el derecho a decidir como individuo y, en compañía de otras personas que compartan conmigo elementos comunes, como colectivo. Pero a veces prefieres no ejecutar ese derecho. La toma de decisiones requiere una responsabilidad y una asunción de probabilidad de error que no todos estamos dispuestos a tolerar.
Tras varios años haciendo entrevistas de trabajo, por fin me han llamado para la segunda fase. Lo malo es que es para uno de esos trabajos infernales. Es tentador, si me cogiesen tedría que decidir si quiero aceptar el trabajo o no. Si sale bien ese trabajo ganaré bastante dinero, de hecho la probabilidad de que eso ocurra es alta. Pero eso sí, tendría que dejar todo: mi actual trabajo, mis posibles futuros estudios, y mi placentera vida vespertina y de fin de semana. A cambio mejoraría mi salario (puede que sustancialmente) y tendría más vacaciones.
No sé, sin duda es una decisión difícil. Lo que tengo claro es que quiero hacer la entrevista. En el caso de que me cojan, ya decidiré si acepto o no. Por lo menos el poder haber rechazado un trabajo. En los últimos tres años no he podido rechazar nada porque no he tenido nada que rechazar, y ya va siendo hora.
En mi casa no quieren que acepte ese trabajo. Mis amistades dicen que eso no es vida. En fin, que duro es decidir. Y todo para que no me cojan y el problema te lo hayan resuelto ellos. A veces creo que lo mejor es que ni me llamen, en fin, así no has cometido un error y responsabilizas de tú fracaso a los que te querían contratar y no a ti mismo.

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