Viva el doctor. Y nadie más.

Por fin le mande a freir vientos al equipo de baloncesto. Ese equipo que se portó de manera tan injusta conmigo y con otros. No dejo de tener la sensación de que me han robado al estar allí.

Pero he aprendido alguna cosa, como el saber que la gente que parece que no merece la pena, suele no merecer la pena. También he aprendido que los favores sólo se los debes hacer a quien no te los vaya a despreciar. Y, por supuesto, que la gente no se la juega por casi nadie y que prefiere mantener lo malo conocido que lo bueno por conocer.

En fin, que les den mucho a todos menos al doctor.

Sé que este es un artículo impropio, de odio y rencor y demás, pero es que necesito desahogo.

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