Los Mercados

Últimamente se está hablando mucho de los mercados como si fuese un ente externo incontrolable bajo los dictados de un grupo de siniestros personajes que conspiran para que a todos nos vaya fatal en la vida. Ya en la época de entreguerras se blandían argumentos similares para considerar que el sistema parlamentario era inútil a la hora de defender a los ciudadanos de una nación contra ese grupo de conspiradores.

En la Europa de entreguerras se descubrió a aquellos que manejaban los mercados o, por lo menos, así se dijo. Y la suerte que corrieron los "culpables" de los males de "grandes naciones" como Alemania, Rusia o Italia sabemos quiénes fueron. ¿Realmente queremos volver a eso? Pienso que mucha gente sí.

Y es que los mercados no son otra cosa que el punto de encuentro entre oferentes y demandantes. Es cierto que ciertos grupos más o menos minoritarios con un poder de influencia relevante pueden alterar tanto la información que se maneja en los mercados como el resultado final del mismo. Pero lo más habitual es que el precio, la única referencia que se extrae de un mercado, viene explicado en su mayor parte por la interacción entre oferentes y demandantes.

Cuando se acusa a los mercados, se está hablando en concreto de los mercados de deuda soberana, es decir, obligaciones y bonos que emiten los estados para financiar sus proyectos. Hoy en día se está mandando mucha información a los mercados por parte de los oferentes. Casi todos los estados occidentales están viendo como sus ingresos han disminuido debido a varias razones pero, principalmente, la caída de la producción (PIB).

El mercado de dinero, a diferencia del de bienes y servicios, el comprador busca colocar su ahorro adquiriendo deuda pública. Esta deuda suele tener el incentivo de que es muy segura, eso hace que la rentabilidad sea pequeña. En periodos de expansión la deuda privada, es decir, acciones de empresas y otros títulos de emisión de deuda privada tienen bastante atractivo, ya que la rentabilidad es bastante mayor y el riesgo sigue siendo bajo. En periodos de estancamiento e, incluso, de recesión, en el que las empresas tienen dificultades para hacer frente a sus costes, la rentabilidad se dispara debido al gran riesgo de impago, esto hace que la deuda pública gane aún más atractivo.

Si los estados se ven en la tesitura de emitir deuda debido a su disminución de ingresos y el ahorro privado no tiene empresas donde colocarse, se genera una dinámica en la que los ahorradores quieren deuda pública y los estados quieren colocar su deuda. En tiempos de crisis, lo normal es que la competencia entre los estados sea muy dura y que, los ahorradores busquen adquirir deuda de países con una confianza de pago fuerte, perdiendo interés aquellos con algún riesgo. Esto hace que el tipo de interés que tienen que ofrecer los estados "débiles" sea creciente, para poder compensar el riesgo con un mayor interés para el ahorrador.

Obviamente, las presiones y las tensiones especulitivas que ven como ciertos valores de deuda incrementan su precio, hace que mucha gente espere a comprar la deuda en el momento en el que le den un tipo de interés lo más alto posible. La forma de frenar esta especulación, únicamente sería dejar de emitir deuda hasta que el tipo de interés caiga. Pero eso, en un momento en el que los estados necesitan recursos para mantener sus gastos, es difícil.

Y estos son los mercados. Tampoco es tan oscuro y tan extraño. Y los estados no están presos de los mercados, están presos de sus obligaciones de pagos que les obligan a pedir dinero a particulares que, obviamente, quieren una compensación.

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